viernes, septiembre 07, 2018

Nuestras Huellas Desaparecer

I "Hoy volví a recordar cuando soñábamos un futuro, nuestros ojos abiertos brillaban de sueños que parecían tan posibles como hoy es posible que nuestros nietos sólo conozcan los glaciares del sur por relatos melancólicos o la foto de una página web ecologista,/ también recordé cuando corríamos al borde del oleaje profundo del Pacifico y mirábamos a carcajadas nuestras huellas desparecer mientras cientos de miles de agujeros iban dibujando un enjambre de vías respiratorias para pulgas que poco sabían de nuestras propias memorias, aquellas que nos hablan de cuando niño, de la mano nos llevaban a protestas donde el temor infantil y justificado por las esquirlas de la historia nos hacía paralelos hinchar el pecho de orgullo de estar dando la pelea y darla ya era un pequeño triunfo con color a asfalto y zumbar de piedras contra balas sobre nuestras cabezas tan llenas de esperanza. eran tardes donde sentado bajo los árboles de la plaza del barrio conversaba con antepasados mientras la vieja del vecino arrastraba a su hijo al catecismo y reíamos sin escondernos de nada, ya agotado ese recurso por nuestros antecesores./ ahora sobre nuestra cabezas raudas carreteras quebrantan un sonido permanente de motores incesantes, por abajo los carros del metro tragan a miles de personas de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, crepúsculo y ocaso de la explotación universal y ya no logro ver la cordillera, cegado quizás por el smog o por los brillantes ventanales de edificios que son monumentos fálicos al sistema, este era el putero ritmo de los tiempos del cual tanto hablabas y hablabas y hablabas, y en la porfía nuestra ingenuidad hacía oídos sordos mientras nuestras huellas iban desapareciendo de los bordes del mar, de los bordes de la historia, de los bordes de esta tierra que ahora yace bajo el cemento kilométrico, indolente, satisfecho, como la panza de un empresario que acaba de entrar a cotizar espaldas quebradas en la bolsa de New York mientras su ejército de empleados relinchan una mueca agitada que refleja locura masoquista y veloz, un agitación cabizbaja, un embrutecimiento, que se repite en el comentario obtuso de el obrero que le dice al otro: “ya no vale la pena”./ II fue cuando tuve el cráneo a centímetro de la culata y del metálico tubo-cañón que la felicidad también rondaba, no pidas explicaciones, ni un repertorio de las partes de una sub-ametralladora, son cosas que si bien pueden decirse no vale la pena ser explicadas, no demandes tampoco posicionamientos morales al respecto./ tan cerca estuvimos, y ahora ni las caricias de un pasado estallido logran despertar nuestra voluntad del estupefacto letargo neoliberal./ así y todo, hay dedales de oro peregrinos, migrantes que florecen a través de la sólida construcción humana, ayer ya era este segundo y mañana sin ser hoy sueño seguirá estando en el verbo presente,/ entonces agarraré el mapa y lo daré vuelta para que vayan mojando su sabiduría las australes aguas, los lagos y ríos, y se vayan borrando estas fronteras que son otra forma de cárcel, romper, romper, romper la empalizada, y sabemos que todo volverá al punto de fuego, por mucho esfuerzo que le pongamos y mucha ilusión intelectualizada, volverá un auto de vidrios polarizados a chantar en una esquina y bajarán oscuros funcionarios a arrastrarnos a la muerte, mientras tanto, tendremos que vivir, y soñar, y pintar, y bailar, y follar salvajes, y enamorarnos, y ensanchar el palpitar en nuevos desordenes, y mientras seguiré intentando ser otro para ser yo mismo y viviendo la mentira de ser ángeles exiliados que es quizás nuestra única verdad"./ Camilo Parada, septiembre 2018

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