miércoles, agosto 30, 2023

Llamemos a las cosas por su nombre:
al sol llamémosle sol, por ejemplo,
llamemos pan al pan; y al muerto, muerto.
Llamemos fin al fin, por fin sin miedo,
Al vino, vino, y a la estupidez,
estupidez, tal cual, así no más.
Las cosas son lo que son, nada más
y nada menos. No importa su nombre,
sin él serán igual. Qué estupidez,
dirán ustedes, pero por ejemplo,
si le decimos cautela y no miedo,
el miedo es miedo igual, igual que un muerto.
Si le decimos difunto, está muerto
de todos modos, se murió, sin más.
Hay que perderle, señores, el miedo
a las palabras. Me dirán: el nombre
Produce realidad. Denme un ejemplo
que justifique tal estupidez.
Y bueno, la palabra estupidez
no es propiamente una cosa, y un muerto
tuvo otro nombre, no es un buen ejemplo.
El agua, en cambio, no sería más
fresca, ni insípida, con otro nombre:
eau, por ejemplo. Pensarlo da miedo.
Alguien decía: sólo temo al miedo.
Pero esa idea es una estupidez.
Debió haber dicho: sólo temo al nombre
Del miedo. Y una vez que me haya muerto
A nada he de temer. No estaré más.
No quedará sino mi buen ejemplo.
Yo en cambio, recomiendo que mi ejemplo
nadie lo siga. Sin pena ni miedo
pasé por está vida y nada más.
En vida dije alguna estupidez,
olvídenla, qué importa, ya estoy muerto,
sobre una lápida quedó mi nombre.
Mi nombre es nadie, soy un mal ejemplo,
la vida la pasé muerto de miedo,
qué estupidez. Ya no temeré más.
Fernando Pérez Villalón, 29 agosto 2023
(Cuando me muera lean este poema ☀️☀️☀️)

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